Miyajima es un lugar muy especial, una pequeña isla sagrada donde estaba prohibido nacer y morir, una isla de cuento donde conviven humanos y dioses y que está considerada como uno de los tres paisajes más bonitos de todo Japón.
Allí se encuentra el gran torii flotante, declarado Patrimonio de la Humanidad y convertido en todo un símbolo del país.
Pero la isla que flota en el mar de Seto esconde más tesoros… en ella encontrarás templos, pagodas, vistas panorámicas… colores…olores y sabores.

Su nombre oficial es Itsukushima, pero se le conoce como Miyajima que significa literalmente “isla santuario”, toda ella es encantadora y es sin duda una excursión muy recomendable para hacer desde Kioto o desde Osaka. Normalmente, a la ida o a la vuelta, suele combinarse con una visita a la cercana Hiroshima.
Con el JRPass llegar a la isla es fácil. Nosotros tomamos un tren bala, shinkansen, hasta Hiroshima, allí enlazamos con un tren regional Sanyo Line hasta Miyajima-Guchi, y en el cercano puerto subimos a un ferry gratuito incluido en el JRPass. La breve travesía dura apenas diez minutos, y la frecuencia de los barcos JR es alta, más o menos salen cada media hora. Aquí puedes ampliar la información.

Ligeros de equipaje y sin contratiempos llegamos al muelle, presentamos nuestro JRPass y embarcamos rumbo a Miyajima. Desde la cubierta vi pronto aparecer las ordenadas bateas donde los locales cultivan las afamadas ostras. Son un plato típico del lugar, al natural o cocinadas con distintos aderezos, a la brasa, fritas, gratinadas… A principios de febrero se celebra el festival de las ostras.

Pero hay más festivales, si visitas la isla a finales de marzo principios de abril podrás celebrar el festival de las muñecas. Si es mediados de junio, puedes coincidir con el importante festival Kangen en el que llevan a cabo una curiosa procesión naval. Si viajas a mediados de agosto, podrás ver los fuegos artificiales que se lanzan desde barcos y que iluminan el santuario y la bahía. Aquí en la web oficial tenéis más info.

Nosotros viajamos a Miyajima en noviembre y coincidiríamos con los colores del otoño. Aunque de lejos predomina el verde, la isla tiene pequeños rincones donde disfrutar del momiji.
Desde el barco se ve el enorme torii rojo, emblema del lugar y uno de los iconos del país. Representa una frontera física entre lo divino y lo mundano, se encuentra en la orilla del mar y juega con las mareas. Cada seis horas se inunda y parece flotar sobre las olas, …y cada seis horas queda varado sobre la arena rodeado de turistas y esperando la vuelta del mar.
Mola verlo con la pleamar y la bajamar, aquí puedes conocer las mareas en la isla por si quieres afinar la puntería.

El ferry nos vomita a todos a la vez en el pequeño puerto de la isla, y comenzamos a caminar entre ciervos que nos dan la bienvenida, tiendas turísticas y corredores de rickshaws que buscan clientes.

Los ciervos son sagrados al ser considerados mensajeros de los dioses, deambulan por toda la isla, por las calles, bosques, por la playa…
Son alimentados por los turistas y locales que compran galletas de arroz especiales para ellos llamadas shika senbei. Se les ve caminar desgarbados, mendigando con ojos de bambis lastimeros, …y robando a los guiris las galletas, las bolsas,…y si te despistas brochetas, helados, tickets y planos…
Son inofensivos, pero no hay que olvidar que son salvajes e impredecibles, hay carteles con indicaciones de cómo comportarse con ellos.
Nosotros no padecemos el que llamo “complejo omaíta”, no somos partidarios de ir alimentando a la fauna salvaje…y continuamos caminando por el paseo.

El pueblo de unos dos mil habitantes, es manejable, todo queda cerca, apenas cinco minutos caminando separan el muelle del torii. La marea está baja y el paseo huele a una mezcla de algas y galletas recién hechas.
Las vistas molan. Hacemos algunas fotillos por si se esconde el poco sol detrás de las muchas nubes y buscamos nuestro alojamiento. Sabemos que es pronto y no podremos hacer el check in pero sí dejar el mini equipaje.

Hay turistas que vienen a pasar el día completo, otros solo pasan la mañana o la tarde, y algunos nos quedamos a dormir una noche. La bonita y manejable isla invita a quedarse en alguno de sus tradicionales alojamientos llamados ryokan, si tiene baño termal japonés, onsen, mucho mejor ☺. Algunos incluyen cena y/o desayuno.
Dormir aquí te permitirá disfrutar del mágico lugar con la molona iluminación nocturna del torii, ver atardecer y amanecer, coincidir con mareas llenas y vacías, visitar los templos y santuarios con muchísima menos gente,… Si te gusta la tranquilidad una noche en Miyajima es muy recomendable, si te va la marcha nocturna y los neones…no es tu isla.

Eso sí, atención que para dormir aquí hay que reservar el alojamiento con mucha antelación, de hecho la disponibilidad puede llegar incluso a condicionar bastante la planificación-ruta de todo el viaje. La isla es muy demandada y tiene poca oferta a precio asequible, así que cuanto antes reservemos mejor. Si se está muy interesado en dormir en la isla, recomiendo que sea aquí el primer alojamiento que se reserve y en función de ello cuadrar el planning.
Nosotros miramos en marzo para viajar en noviembre y no había muchísima disponibilidad. Reservamos el primer ryokan que encontramos que nos pareció bueno, bonito y barato, …pero no era el alojamiento que unos amigos nos habían recomendado. Con el tiempo, me asomé de nuevo a Booking por si hubiera quedado libre, tuvimos suerte y finalmente pudimos reservar el tradicional alojamiento que queríamos. Ya os comenté en el post de “nuestro itinerario y hoteles”, que el Mikuniya Guest House fue todo un acierto, fue el alojamiento con más personalidad y encanto de todo el viaje. Muy recomendable.

Nos recibe un gato y nuestro amable anfitrión vestido con una tradicional yukata color gris, una especie de “kimono” ligero de algodón. Hacemos una especie de pre check in para luego solo recoger la llave …y nos ponemos en marcha.
Callejeando entre casas bajas y tiendas congeladas en el pasado volvimos a los alrededores del torii. Hay gente y ambiente, se nota que es domingo. Sabíamos que era mejor evitar los fines de semana cuando se visita la isla, pero fue el día que cuadró el alojamiento,… Al menos la tarde-noche y la mañana del lunes podríamos disfrutar del lugar con más tranquilidad.

Aprovechamos que aún hay algo de sol y nos acercamos a disfrutar de las vistas del torii y sus reflejos. Miro sus 16,8m de altura, la enorme viga transversal de 23,3m… sus pilares de casi 10m de circunferencia, sus 60 toneladas… Es una preciosa puerta en un contexto espectacular, una imponente y mágica frontera entre lo terrenal y divino.

El pequeño techado es de paja y corteza, y su esqueleto bermellón está formado por enormes y centenarios troncos de alcanforeros, cedros y cipreses. Al parecer, su color y los símbolos del Sol y la Luna, que adornan los pilares orientados al este y el oeste, impiden la entrada de los malos espíritus.

Se construyó en 1168, ha sufrido varios daños a lo largo de los siglos, y se ha reconstruido en varias ocasiones. El actual es de 1875 y es el octavo del que se tiene constancia.
Hay previstas obras de restauración del torii, se esperan andamios y un impacto visual importante a partir del 17 de junio de 2019. Al parecer quedará completamente cubierto el 20 de julio, y las obras finalizarán el 30 de junio de 2020. Aquí os dejo la web oficial donde podéis consultar la evolución de las obras.

Con la marea alta, de día o de noche, se pueden hacer pequeños cruceros de media hora para admirar el torii desde el agua, hay algunas compañías como esta. Los más deportistas, pueden alquilar una tabla de paddle surf o hacer kayak por los alrededores. Aquí y aquí os dejo un par de empresas que ofrecen actividades náuticas por la zona.
Con la marea baja te puedes acercar caminando para sentirte diminuto y observar sus detalles, las huellas del mar, sus heridas y cicatrices… En las distancias cortas se ve y se siente imponente y monumental.

Dejamos atrás el santuario de Itsukushima a estas horas varado y demasiado concurrido. Es uno de los más bonitos y mejor conservados del país, está declarado Patrimonio de la Humanidad y su localización sobre el mar a modo de palafito, hace que sea único. Mañana a primera hora lo visitaríamos mucho más tranquilos.

Ahora preferimos visitar los alrededores de la pagoda, y el tranquilo pabellón Senjokaku.

El viejo y amplio pabellón de madera puede parecer algo vacío, oscuro y destartalado, pero su curioso contenido, las vistas, y su mucha tranquilidad nos sorprendieron.

En sus techos hay una pequeña colección de viejas pinturas, maquetas de barcos, remos, el caparazón de una tortuga marina …
Sin duda, la isla tuvo un importante vínculo con el mar, no solo con los dioses marinos, también con sus recursos.

Desde su balcón de madera hay unas bonitas vistas adornadas con un dorado gynko. Leí que siempre suele haber uno plantado junto a las pagodas porque, al parecer, la infusión de sus hojas mejora la memoria y ayuda a los monjes a memorizar los largos sutras.

Curioseamos el diáfano lugar construido en 1587, nos sentamos en un escalón a disfrutar de las vistas y a ver la vida pasar y posar…

Si el día estaba despejado y había ganas, teníamos pensado subir a la cima del Monte Misen. Una ruta clásica para observar las panorámicas vistas de las islas que salpican el mar de Seto. Al parecer hasta hace poco había monos que frecuentaban la zona, pero la población de macacos creció mucho, comenzaron los problemas, y han sido trasladados a un parque de monos en Inuyama.
A la cima del monte Misen se puede subir en teleférico, y desde la parada final aún habrá que caminar un poco por una pendiente para llegar al observatorio.
El teleférico cuesta 1000 yenes ida, 1800 ida y vuelta. Abre de 9 a 17h variando ligeramente según estaciones/temporadas. No hay días de cierre excepto por mantenimiento. Más info aquí.

También se puede subir caminando por algunas de sus tres rutas de senderismo; el sendero Momijidani es el más corto y empinado, el sendero Daisho-in es el más escénico y con menor desnivel y el sendero Omoto, el más largo. La altura de la montaña son 500m, es una subida asequible y se tarda aprox. una hora y media o dos en llegar. Por el camino y en la cima encontrarás un par de pequeños templos.
Hay quien utiliza el funicular solo para la subida y baja caminando. Hay quien dice que los escalones son un poco tortura y que no merece la pena el peaje de las agujetas,… a otros les resulta fácil la subida y la bajada…
Como estaba algo nublado, era fin de semana, y cada vez nos gusta viajar más lento, decidimos no subir.

Callejeamos por el pueblo. Los puestos de comida llenan las calles de vida y de olores a brasas. Había lengua, entresijos varios, ostras, mazorcas… nosotros decidimos probar las típicas bolas de pulpo llamadas takoyaki. Aunque soy muy fan del cefalópodo, reconozco que no me molaron nada, ni la textura ni el sabor. La bola se me hizo bola ☺ me gustaron más las vistas desde nuestro banco.

Paseamos por las calles entre turistas, tiendas de suvenires, pequeños bares, heladerías, pastelerías… Aquí los helados de moda son de café y el conocido como “caca de ciervo” «deer poop», que con su forma y pepitas de chocolate se ha convertido en el favorito de los extranjeros.

En este post te comentaba que los japoneses son bastante golosos y que cada región, prefectura, localidad, … suele tener su helado típico y su dulce. Aquí la especialidad tiene forma de hoja de arce, se llama momiji manjū y es una especie de galleta rellena de diferentes cremas.

Sin prisas fuimos subiendo las suaves cuestas que nos acercaban al parque Momijidani. Un pequeño rincón donde disfrutar de los colores del otoño desde mediados a finales de noviembre.

Tiene mucho encanto cuando los dos mil arces lucen pletóricos, pero diría que más que un parque, es la ladera de la montaña.

Durante el paseo tropezamos con diminutos altares, una charca con carpas, más ciervos,… Molaba caminar bajo, entre y sobre las hojas de colores.

Había una casa del té donde tomar algo… niños jugando… un par de picnics dominicales con mantas en el suelo… el camino de acceso al teleférico…

Cruzamos fotogénicos puentes, alguno de piedra…

…alguno de madera lacada…

Exploramos la bonita ladera, nos acercamos al agua … y nos sentamos bajo aquel precioso cielo verde, amarillo, naranja y rojo.

Tras el hipnótico paseo por el parque, nos fuimos a visitar el cercano templo Daisho-in. Se encuentra en la ladera del sagrado Monte Misen, y más que rodeado de bosque, parece fusionado con él, empotrado en el verde rabioso de la isla y en el otoño.

Tiene más de 1200 años, y está plagado de escaleras, curiosas cuevas, salas, recovecos …y todo en él invita a explorar y curiosear. Para nosotros es un imprescindible si se visita la isla, nos encantó.

Posee cientos de estatuas y esculturas, …por todo el camino es muy fácil tropezar con ellas… Todas con distintas posturas, miradas, expresiones…

Algunas dedicadas a dioses, a seres mitológicos y del folclore, a los peregrinos, a los difuntos…

Aquí los sonrientes Jizos parecen más traviesos, los vemos haciendo simpáticas posturas y mojigangas…

… sus numerosas estatuas están por todas partes, …entre musgos, troncos, helechos, ,…en algunas de las muchas escaleras… Ellos cuidan de todos, especialmente de los perdidos, de los viajeros y los niños.

Encontramos altares arrinconados y discretos, …una ordenada sala-cueva repleta de lámparas encendidas y 88 iconos procedentes de todos los templos de peregrinación nipones…

A ratos nos acompaña el murmullo del agua, las vistas de alguna pagoda,…el olor del incienso…

Vimos que en cada altar, puerta, escalera … había algún instrumento para hacerlo sonar y así llamar la atención de los dioses.

Ya sabíamos que los soniquetes son habituales en todos los templos, pero aquí había una encantadora y heterogénea sobredosis. A veces sonaba de fondo una campana, un gong, armónicos cuencos tibetanos,… la caracola de algún peregrino…

… o tropezabas con cascabeles, o con cilindros giratorios con inscripciones de sutras…

En las salas principales, Kannon-do y Maniden, encontrarás ofrendas a la diosa Kannon, ….un enorme Buda,… un colorido mandala de arena donado por monjes tibetanos… la clásica venta de amuletos de templos y santuarios…

Bajo Kannon-do hay una pequeña cueva con una red de pasillos que alberga en la casi penumbra a miles de estatuillas.

También encontrarás escaleras por las que subir y disfrutar de un mirador con vistas panorámicas…

Yo seguía buscando dragones para mi colección, también aquí me encontré con algunos ☺ de hecho, encontré los que para mi fueron los más molones del viaje…

…había perspectivas en las que parecía que las hojas eran fuego saliendo por la boca. No cabe duda que el otoño le sentaba genial al lugar y al dragón,

Apenas había turistas y mirara donde mirara el lugar me parecía delicioso, rebosante de color, soniquetes…y paz.

De camino a la salida nos asomamos a un pequeño templete octogonal que alberga una mezcla de 7 dioses sabios, tropezamos con un monumento dedicado a los cuchillos que jubilamos en casa y que nos han servido durante años,… y pasamos junto a un salón de té próximo a la entrada principal.

Daisho-in no me resultó un templo más, me pareció diferente y especial, quizás debido a su escalonada ubicación, a la dispersión de los edificios entre el mucho verde, a las vistas al mar de Seto y al rabioso otoño… Una visita muy recomendable y además gratis.

Aunque la tarde estaba nublada y el atardecer no prometía nada de nada, nos quedamos en la playa para disfrutar de las vistas del torii con las últimas luces del día.

Volvimos al alojamiento para hacer el check in y nos pusimos de nuevo en marcha para cenar temprano. Hay que tener en cuenta que en Miyajima todos los locales cierran muy pronto y no hay apañados Konbini del tipo 7-eleven.

Cenamos en un pequeño restaurante especializado en okonomiyakis. Nos lo recomendó nuestro anfitrión, y fue todo un acierto, fueron los más ricos de todo el viaje. Esta especie de pizza, a base de fideos, verduras y carne y/o pescado, a la que se le suele añadir huevo y queso,… varía mucho de un local a otro, de una ciudad a otra, cada región tiene sus recetas. Son típicos de Osaka, y aquí se preparan al estilo de la vecina Hiroshima.

El cocinero era muy simpático y verle en acción me molaba. En Japón hacer la comida o la limpieza de la plancha, …o colocar la fruta, o escribir… todo puede convertirse en un ritual, o en un momento zen o mindfullness… Aquí a todo se le pone conciencia, concentración y un poco de arte.

Tras la cena nos fuimos a disfrutar de las mágicas vistas del torii iluminado. Sin duda un momento de los que se quedan para siempre en la retina y en la memoria.

A su alrededor la noche y un mundo de rojos reflejos líquidos… El hipnótico torii a veces parece flotar, a veces parece que va a despegar…

Las luces salpican la orilla de la mágica isla sacada de un cuento… Las pagodas duermen…

… los dioses se mecen en las olas…

… el bosque abraza al mar y a la fe…

Dicen que no es un lugar cualquiera, su orientación, el refugio de las laderas de las montañas, la bahía…al parecer todo está relacionado con la geomancia feng shui. La isla es un enclave protegido de los malos espíritus y venerado desde tiempos remotos.

Estuvimos un rato haciendo fotos y paseando por una isla tan desierta como romántica. Acompañados del murmullo de desganadas olas, de faroles encendidos, puentes iluminados… nada que ver con la Miyajima diurna y dominical. Parecíamos los únicos habitantes de aquella sagrada isla mágica.

Hasta las 23h permanece encendida la iluminación del torii, templos y pagodas.
Nosotros tras el agradable paseo nos fuimos al alojamiento a acabar el día con un baño en el íntimo onsen.
Los baños tradicionales públicos están separados por sexo, pero cuando se trata de una casa, el baño suele ser pequeño, más íntimo, y es posible disfrutarlo en pareja.

Del alojamiento me gustó todo, desde el diminuto pero íntimo onsen, las vistas desde nuestra habitación, la decoración de toda la casa… y el enorme salón con un agradable rincón donde hacer origami, tocar la guitarra, …o jugar con estampaciones, pinceles y tintas japonesas…
Tras el baño bajé al salón a usar esos sellos y experimentar con los pinceles despeluchados y las desconocidas tintas.

Por la mañana tomamos un básico pero rico desayuno occidental, cortesía del alojamiento y nos pusimos en marcha para ver el torii con luz matutina.

La mañana estaba algo nublada y el amanecer desde detrás de las montañas estuvo algo soso. Aún así disfrutamos de las diferentes luces y de la mucha tranquilidad, …de la solitaria playa, de los alrededores…

Tras hacer fotos desde todos los ángulos y perspectivas, cruzarnos con ciervos y patos, nos acercamos a visitar el solitario santuario de Itsukushima.

Se encuentra a unos 200m del torii, y a estas horas vuelve a estar varado en la arena de la playa. Molan sus rojos pasillos, los techos de paja, sus muchas linternas…

… sus vistas panorámicas…las plataformas y escenarios para las ceremonias…

Hay un salón principal, un oratorio, una sala de ofrendas y la del tesoro. Y es muy interesante y curioso el vínculo del santuario con el mar, la mezcla de incienso, salitre y algas, campanas y olas…es un templo sencillo, diferente, único.

Cuando llegamos lo vimos varado, por la noche lo vimos flotar y disfrutamos de sus reflejos dorados, ahora volvía a estar encallado en la arena como un barco blanqui rojo.

Al final de las pasarelas tropezamos con un bonito puente lacado, con algún sacerdote…con un ciervo playero…

Retrocedimos sobre nuestros pasos, repasamos algunas salas, prestamos atención a los detalles…

Mola la ubicación, las vistas, las perspectivas… pero el contenido de Daisho-in me pareció más curioso.

Nos acercamos de nuevo a la orilla a disfrutar de las vistas del torii. A estas horas sin barcos, ni barcas, ni turistas lanzando monedas…

Callejeamos un rato por el pueblo, echamos un vistazo a las artesanías…

Subimos cuestas para ver los tejados de la pequeña ciudad desde las alturas…

Nos cruzamos con los novios de una boda sintoísta…

…y cuando nos tropezamos con el primer grupo de chinos acompañados de un guía gritón … decidimos ir regresando al alojamiento para recoger el equipaje, y ponernos en marcha para visitar la vecina Hiroshima.
Nos despedimos de nuestro amable anfitrión, el más nipón y más zen de todo el viaje. Me regaló un cuadernillo con bonitos papeles para hacer origami-papiroflexia. Yo le regalé una garabata que dibujé con sus pinceles espeluchados y que le dejó muy sorprendido,…más que por la calidad del dibujo por el gesto de ser correspondido y por entregárselo con las dos manos como hacen ellos.

Unas cuantas sonrisas y reverencias después callejeamos rumbo al muelle para tomar el ferry. Por el camino nos dejamos atrapar por los olores de galletas recién hechas y melonpan… compramos dulces y re-desayunamos con vistas al torii iluminado por algunos rayos de sol…
La isla ya está despierta, los ciervos comienzan a mendigar, los rickshaws ya están aparcados,… llegan más turistas…un perro muy nipón nos posa…

Unos novios posan…

Un señor pinta…


Nos costó salir de allí… pero llegaba el momento de despedirse. Caminamos hasta el muelle dejando atrás a los sonrientes novios, la playa, los tejados de la frondosa ciudad… decimos adiós a la isla.
Miyajima nos gustó mucho mucho, está dentro de nuestro top 5 nipón. Creo que las sensaciones y el retrogusto serán muy diferentes si se duerme en ella o solo se visita. Nosotros nos alegramos de haber pasado la noche allí, la oscuridad hace que la isla se llene de soledad, de luces y aún más magia… Sin duda es una isla de cuento que no te deberías perder.

Una preciosidad y encima con ciervos y rutillas de senderismo 😀 Tiene un nombre muy mimoso, me gusta.
Un abrazo fuerte.
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Esta isla mágica de nombre mimoso 😀 es muy molona para vosotros y para vuestro terremoto andarín 😉 senderismo, helados, galletas,…ciervos, vistas, cuevas misteriosas para descubrir 😉 no te la puedes perder.
Gracias por pasear conmigo linda Salo 🙂 es un placer leerte y sentirte cerquita. Un abrazo enorme.
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como siempre la historia y las fotos chulisimas. Un beso.
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Muchas gracias Horacio 🙂 me alegra que hayas disfrutado del paseo nipón 🙂 mola que mole 😉 le pongo mucho cariño.
Gracias por pasear conmigo, un abrazo grande.
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Por muy puntual que sea a la hora de leer de tu post, no logro ser el primero en comentarlo, siempre se me anticipa tu amiga Salomé, jajaja.
Debe ser una gozada ver a los cervatillos paseando a su antojo sin temor alguno al ser humano. Menos mal que están en Japón porque, sino, los pobres estarían atormentados por el gentío metepatas.
Me encanta todo (o casi todo, no vayamps a exagerar) lo japonés. Especialmente su seriedad, en el sentido de formalidad y fiabilidad. Si dicen que empezarán la restauracion del Torii el 30 de julio de 2019 y la terminarán el 20 de junio de 2010, así será, ni un día más ni un día menos, jeje.
Me has tenido en ascuas para saber por qué opción os habíais decantado finalmente para subir al monte Misen y resulta que al final no subisteis, jajaja.
Esos paisajes idílicos, con tantas pagodas, templos y jardines, emiten una sensibilidad y espiritualidad que se me hace incompatible con el comportamiento bélico de los japoneses en la segunda guerra mundial. Parece imposible que una cultura que rezuma y predica la paz y el respeto a la naturakeza y al ser humano fuera capaz de generar tanto odio y crueldad.
Desde luego, hicisteis muy bien en ir ligeros de equipaje, porque con tanto ir y venir, jeje
Un abrazo.
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😀 jajaja desconocía tu afición por la puntualidad 😀 jajaja
La isla es de cuento y he puesto muchas fotitos porque creo que mis miles de palabras no llegan a describir toda esa belleza, y toda esa paz que transmite el lugar… el país en general.
Uich, siento decepcionarte con el sendero 😀 pero con tanto «nuberío» y gentío dominical no nos animamos a subir a la cima del Monte Misen.
Sí amigo, toda sociedad es imperfecta, y casi todo es dual. Las guerras siempre cuesta trabajo entenderlas 😦 … a mi lo único que me ayudó a «entender» algo fue el curioso libro del antropólogo Marvin Harris, «Vacas, cerdos, guerras y brujas» donde explica un poco que hay realmente detrás de la prohibición de comer cerdo en determinadas religiones, quiénes eran las brujas,… lo sacro de las vacas… y el porqué de las guerras, que resumiendo … venía a decir que tienen un importante componente biológico-genético-ancentral y desde siempre han servido para regular la demografía. Luego ya venían aspectos económicos, y otras historias, pero en fondo de nuestros genes todos somos guerreros, diseñados para sobrevivir.
De aquí te hubieran gustado las galletitas de chocolate recién horneadas que nos comimos para redesayunar 😉 ya descubrí en el post anterior tu lado chocolatero y hoy he descubierto tu lado puntual 😀 😉
Gracias compañero por pasear con nosotros, un abrazo grande.
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Pues sí que Miyajima es un lugar especial. Uno para sumergirse de lleno en la cultura ancestral nipona. Parece mentira que aún queden lugares como ese, tan bien conservados y tan puros… sin ninguna intromisión moderna digna de mención. Hoy día, tras la globalización, es difícil dar con lugares así.
Japón es realmente sorprendente. Ah y eso de ser toda ella una isla fen shui me ha dejado anonadada. Fantástico lugar en todos los sentidos… hasta para comer ostras ¡qué ricas! con bambis y pagodas y toriis de cuento. Me ha encantado el recorrido, compañera. Un besote y una reverencia nipona. 😉
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Pues sí compañera, pese a globalizaciones, terremotos, incendios, maremotos, tsunamis… los nipones atesoran sus tesoros, los miman, los reconstruyen, restauran… conservan… y gracias a ese amor hoy podemos disfrutar de estas burbujas espacio-temporales rellenas de arte, paz, magia, historia, identidad, geomancia… solera…
Preparando el post me crucé con un pdf técnico donde explican la restauración del torii y me he acordado de ti 🙂 Japón-Plutón te encantaría compañera, esa dualidad debe volver loquita a una arquitecta 😉 poder disfrutar de las obras de Kenzo y de estos rincones feng shui sacados de un cuento… genera una rica sobredosis de estímulos y sorpresas.
Me alegra que te haya gustado el paseo nipón linda MJ 😀 a mi me encanta pasear contigo. Un abrazo grande con mucho chi 🙂 buen comienzo de semanita!!
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Qué preciosas las fotos 😍en otoño está espectacular.un besote
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Gracias compañera 🙂 todo el mérito es de la isla 😉 fotogénica y preciosa toda ella. Sin duda, el otoño fue un super plus en todo el viaje 😀 desde Tokio al monte Shosha pasando por Fuji… y por los jardines de Kioto… todo resultaba aún más espectacular.
Un abrazote grande y dominical.
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